Cómo Washington utilizó un incidente banal como pretexto para hacer que sus relaciones con Beijing fueran aún más tensas. Lo que el episodio y su contexto revelan sobre el papel que cada gran potencia quiere desempeñar en el orden global.
Un globo no tripulado de China cruzó el espacio aéreo estadounidense entre el 28 de enero y el 4 de febrero. Penetró a través de Alaska y, después de navegar por Canadá, navegó lentamente de noroeste a sureste hasta que fue derribado por un caza F-22 en la costa de Carolina del Sur. En tierra, su trayectoria despertó odio y furia. Fue tratado desde el principio como un artefacto de espionaje y una amenaza a la soberanía del país, sin pruebas que lo demostraran. Los halcones del Partido Republicano han acusado al presidente Joe Biden de dudar antes de destruirlo. Se afirmó que pasó por encima de los silos de armas atómicas del estado de Montana, y pudo haber obtenido información estratégica allí. Pareciendo indignado, el secretario de Estado Joe Blinken pospuso indefinidamente un viaje que haría a Beijing para tratar de normalizar las relaciones entre los dos países, sacudidos por años de tensiones.
China intentó sin éxito presentar pruebas tranquilizadoras. La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Mao Nang, dijo que fue un globo científico-meteorológico que se desvió de su curso por accidente. Circunstancial: el gobierno chino mantuvo a Estados Unidos informado sobre el problema todo el tiempo. Y recordó que las ocurrencias de este tipo, con globos de todos los orígenes, no son infrecuentes. Algunas voces estadounidenses también han pedido calma y razón. Un artículo de David Frum en The Atlantic encontró que los chinos mantienen 562 satélites en órbita terrestre (un número más bajo que los propios Estados Unidos), y por lo tanto es poco probable que necesiten recurrir a un artefacto tan tecnológicamente rudimentario. El autor también recordó que la vigilancia aérea recíproca es una práctica común en las relaciones internacionales, regulada por un acuerdo multilateral de 1992, el Tratado de Cielos Abiertos, resultado de una propuesta lanzada en 1955 por el presidente Dwight Eisenhower, que entonces ocupaba la Casa Blanca…
De poco sirvió, porque la cancelación de la agenda de Blinken parece estar ligada a otra dinámica: el intento de intensificar el estrés con Pekín. Para entender la lógica de este movimiento, preste atención a una entrevista concedida al Financial Times en enero pasado por el general James Bierman, comandante general de las tropas estadounidenses estacionadas en Japón. Al comentar sobre el cansancio de Rusia en la guerra de Ucrania, Bierman preguntó: «¿Por qué hemos logrado este éxito?» Gran parte de la respuesta es, dijo, que los estadounidenses, desde 2014, «han estado sinceramente preparados para el conflicto futuro: entrenar a los ucranianos, preposicionar suministros, identificar los puntos desde los cuales fue posible asegurar el apoyo y mantener las operaciones».
Y la misma estrategia que siguió está dirigida contra China. «Llamamos a este escenario asamblea. Estamos preparando el escenario en Japón, Filipinas, en otros lugares». Es algo así como una trampa militar, que implica provocar a Beijing al máximo (como lo hizo con Moscú), hasta que esté tomando medidas militares contra Taiwán. Habiendo logrado este objetivo, Estados Unidos podrá, como en Ucrania, ver el atasco de su adversario en una guerra de desgaste prolongado.
¿Trabajo? Insospechado de ser pro-chino, el New York Times ha publicado tres informes internacionales en los últimos días que ayudan a desentrañar la postura de cada una de las principales potencias de hoy frente a un orden geopolítico turbulento y cambiante, y sus posibilidades de éxito. El primero se centra en Filipinas. Estados Unidos, cuyo presupuesto militar ya es de 1 billón de dólares al año (y es mayor que el gasto militar combinado de los siguientes diez países de la lista), acaba de acordar establecer nueve bases militares más en el país. Su ubicación no ha sido revelada, pero es probable que uno de ellos se encuentre en el Mar de China, a solo 150 kilómetros de Taiwán, especula el periódico.
El segundo informe trata de Indonesia, donde Estados Unidos y China compiten por la influencia de la mano, pero con planes de acción separados. En noviembre, un intento de Washington fracasó, que quería vender 36 combatientes militares. El gobierno indonesio rechazó la oferta. Beijing, por su parte, invierte en infraestructura, extracción de minerales y salud. La financiación de miles de millones de dólares está permitiendo la construcción de ferrocarriles y la explotación económica del níquel. En el momento más crítico de la pandemia, Sinovac entregó millones de dosis de vacunas contra el Covid (las mismas que llegaron a Brasil por el Instituto Butantã). La historia reconoce: Yakarta parece inclinarse decisivamente hacia el lado chino. Es fácil entender por qué.
Finalmente, México, que Estados Unidos insiste en ver como su patio trasero. Un tercer texto describe la respuesta inmediata de China a la desglobalización, en particular la tendencia a la nearshoring. Alarmados por la interrupción de la cadena de producción global y el aumento explosivo de los costos de flete, muchas empresas están optando por encontrar proveedores cercanos, evitando largos viajes por mar o el riesgo de escasez. El informe revela que para acceder al mercado estadounidense, docenas de empresas chinas se están instalando en México, muchas de ellas en el estado de Nuevo León, justo al lado de la frontera con Texas. Estas no son oficinas o «empresas de maquillaje», sino fábricas enteras que emplean a miles de personas y se abastecen en la economía local.
Se atribuye a que Napoleón Bonaparte se dio cuenta de que se puede hacer cualquier cosa con bayonetas, excepto sentarse en ellas. Si todavía tiene razón, es probable que la estrategia de Estados Unidos fracase. Será un alivio. El caso del «globo espía» muestra hasta qué punto la irracionalidad de aquellos que esencialmente apuestan por las armas para mantener su hegemonía, y cuán peligrosas pueden ser.
Antonio Martins, china, USA X China: el curioso caso del «globo espía», geopolítica, guerra, imperialismo, OtherWords